El Sevilla aguantó hasta donde llegaron las piernas, demasiado tocadas en la final de la Supercopa de Europa como para hacerle frente nada menos que al mejor equipo del mundo en la última década, el Milán. La dureza de las últimas horas dolía más en los instantes iniciales con el minuto de silencio.
No obstante, comenzaba la noche de cara a los sevillanos, que en el minuto 14 se adelantaba a través de un córner que sacaba Duda. EL balón al segundo palo llegaba a Renato, que batía a Dida.
La sentencia podía haber llegado a los pocos minutos. Una rocambolesca jugada terminaba en los pies de Kanouté, que regateaba a dida.Sin hueco para el disparo cedía atrás a Renato que no podía controlar mejor. Esas centésimas de segundo le dieron el tiempo necesario a Nesta a recomponerse y sacar la pelota cuando iba a dentro.
No se desesperó el Sevilla ya aguantó hasta la segunda mitad, pero en el 55, el Milán demostraba el porqué de sus títulos. Balón de Gatusso al segundo palo donde Inzaghi lo esperaba como esperan los delanteros. 1-1 en el marcador.
Más doloroso fue el siguiente. DE un parón por una lesión sacaba el cerebro Pirlo este desplazamiento interminable para Jankulouski, que mandaba al fondo de la red de forma incontestable. El gol de la noche para tumbar al bicampeón de la UEFA.
El tercero fue el mejor ejemplo de la mala suerte blanca. Ningún pero al penalti de Drago sobre Kaká, que demostraba porqué es el mejor del mundo con su cambio de ritmo. EL penalti lo devolvía Palop, pero el rechace le llegaba a Kaká como caído del cielo.
Con el 3-1 todavía tenía corazón el Sevilla para terminar el partido en el área rival, pero era más cuestión de corazón que de cabeza, por mucho que se le hubiera roto muchas horas antes. No hubo triunfo, ni tampoco brindis del campeón italiano. Sólo 22 hombres sobre el campo que no se quitaban de la cabeza un nombre.
El de un Antonio Puerta al que le brindaron como mejor saben hacer. Jugando al fútbol. Hasta cuando no se tienen las mismas ganas de siempre de jugar.